En la actualidad es muy difícil ser el propietario de un pequeño negocio y pretender vivir de ello. Las grandes superficies y las grandes cadenas copan el mercado en múltiples aspectos haciendo prácticamente imposible competir con ellas en costes.
En los últimos post hemos intentado desmontar “la guerra” franquicias-pequeño comercio porque entendemos que, con importantes matizaciones, hablamos de lo mismo: de pequeños o medianos empresarios que intentan abrirse camino en un mercado cada vez más complicado. Los franquiciados con una forma de competir que, nosotros consideramos, se adapta mejor al mercado (las tasas de supervivencia de los negocios así lo demuestran) Se preguntarán ¿Y esto por qué? Pues muy sencillo porque desde siempre, la unión hace la fuerza y la franquicia es una de las formas en la que pequeños inversores pueden abrir un negocio y plantar cara a los grandes del sector ya que se benefician de las ventajas que les da el hecho de pertenecer a una red. Es la manera de competir con los grandes utilizando sus propias armas: compras por volumen, inversiones en publicidad, imagen de marca que proporciona la presencia en múltiples ubicaciones, etc… Armas a las que los pequeños empresarios solo pueden acceder cuando hay detrás una capacidad inversora suficiente.
Así es cómo pequeños inversores con pequeños negocios pueden sobrevivir y tener beneficios en un entorno tan agresivo como el actual: organizándose y uniéndose en una fórmula de negocio que bien planteada implica beneficios para ambas partes.