Es habitual pensar que el concepto de franquicias es relativamente reciente pero nada más lejos de la realidad. Las franquicias aparecieron hace siglos pero cuando hablamos de las primeras franquicias, éstas distaban mucho de lo que entendemos en la actualidad por ese concepto.
En sus orígenes, en la Edad Media, un soberano o noble propietario de tierras otorgaba o concedía “cartas francas” que no eran sino un privilegio a sus súbditos quienes en virtud del mismo podían realizar en determinadas zonas del reino actividades tales como la caza y la pesca y es de ahí de dónde surgió el término franc- quicia. Más tarde, las franquicias se utilizaron para designar rudimentarios acuerdos de distribución que obedecían a la necesidad de comercializar productos más allá del ámbito de actuación de la empresa matriz. No hay que olvidar las carencias a nivel de distribución que planteaba la época en materia de logística, comunicaciones, etc. que hacían necesario buscar “socios” que facilitasen esta tarea.
Por tanto, hay que desterrar el concepto moderno asociado a la franquicia ya que esta se trata de una fórmula comercial que se lleva utilizando desde hace muchos siglos por su versatilidad.